En mi experiencia, para lograr un producto de calidad—minimizando la deuda técnica y maximizando el retorno de la inversión (ROI)—es crucial centrarse en los siguientes aspectos:
- Arquitectura evolutiva. Una buena arquitectura sirve como base para acomodar la complejidad. Pero no debe ser un precepto rígido que hay que seguir de forma dogmática. Es importante diseñar pensando en la capacidad de cambio, no en alcanzar la perfección. Llevar a cabo de forma rutinaria pequeños refactorings como parte del desarrollo contribuye a mantener la arquitectura en forma y prepararla para los cambios. Esto no solo facilita la adaptación a nuevos requisitos, sino que también mejora la calidad del código y reduce la deuda técnica.
- Separación de responsabilidades. Cada componente debe tener un propósito claro y específico. Debe hacer una única cosa y hacerla bien. Esto facilita el testing y permite que diferentes personas trabajen en paralelo sin pisarse. Además, esta práctica mejora la mantenibilidad del código, ya que reduce el alcance los cambios. Asimismo, la separación de responsabilidades fomenta la reutilización de código, ya que los componentes bien definidos pueden ser utilizados en diferentes contextos.
- Feedback loops cortos. Obtener feedback constante durante todo el proceso, en lugar de solo al final permite identificar y corregir errores rápidamente, lo que reduce costos y mejora la calidad del producto final. También facilita la adaptación a cambios, fomenta la innovación y mejora la comunicación entre el equipo y el cliente. Para implementarlos, es fundamental crear una cultura de feedback abierto y hacer partícipe al cliente del proceso. Implementar procesos que permitan detectar problemas temprano – tests unitarios, analizadores estáticos de código, CI/CD y monitorización en producción facilita la puesta en práctica.
- Testing estratégico. No se trata de alcanzar una cobertura del 100%, sino de encontrar el equilibrio adecuado:
- Tests unitarios: Numerosos tests pequeños y rápidos que protejan la lógica del sistema y permitan refactorizar con seguridad.
- Tests de integración o de flujo: Unos pocos tests más complejos (y lentos) que verifiquen los flujos críticos.
- Documentación como parte del diseño. Más que elaborar extensos documentos, se trata de mantener un código autodocumentado y registrar de forma concisa las decisiones arquitectónicas clave. El código debe ser limpio y fácil de leer. Los comentarios deben reservase para explicar decisiones complejas o funciones con alto potencial de reutilización. Una arquitectura que «grite» su propósito con solo abrir el proyecto. La documentación debe tratarse como el código en producción y mantenerla actualizada en consecuencia.
La clave está en encontrar el balance. Un diseño muy simple puede volverse caótico con el tiempo, mientras que uno muy elaborado puede ser tan rígido que dificulte la evolución natural del producto.
Y tú, ¿qué prácticas consideras fundamentales para mantener la calidad del software a largo plazo?