Es una cuestión a la que sigo dándole vueltas.
Por un lado, la teoría del Test Driven Development (TDD) sigue siendo sólida: primero los tests, luego el código y después refactorizar.
Sus beneficios son innegables:
- Código más modular y desacoplado
- Documentación viva a través de tests
- Regresiones detectadas al instante
- Refactorización más segura
Por otro lado, llega la IA como ese nuevo compañero que parece hacer la vida más fácil: «Déjame generar todo ese código aburrido», «Aquí tienes tanto la implementación como los tests», «¿Para qué pensar tanto si puedo hacerlo por ti?». Luego solo revisas y ajustas.
Es tentador, terriblemente tentador.
A simple vista, el camino 2 parecería el más óptimo: más rápido, más eficiente. Pero ¿realmente lo es?
Aquí está el meollo del asunto: cuando pides a una IA que genere código y tests en un solo paso, estás saltándote la fase más valiosa del TDD: el proceso de pensamiento.